desinformación y democracia

Desinformación vs. democracia (Ojo al Dato en La Ser)

 

Hoy en Ojo al Dato, hemos hablado del vencedor de las dos últimas elecciones a la presidencia de los EEUU.

Si señor, las dos últimas elecciones han tenido un ganador, y solo uno: quizá lo hayan adivinado:

Vladimir Putin.

El enlace al podcast (a partir del minuto 1:04:00).

Este es un tema que me interesa especialmente y por eso este post es más largo y completo que mi intervención en la radio, que tiene que ser más corta y más ligera.

El impacto de las tramas de desinformación rusa en occidente es bien conocido: puede que los oyentes y lectores no lo tengan controlado, pero es un tema de lo más sobeteado: para el programa de hoy me he basado en un magnífico audiovisual del New York Times, y en lo que lleva muchos muchos años contando Marta Peirano. Este tema y este artículo también se trata, por ejemplo, en su libro «El enemigo conoce al sistema».

 

desinformación

 

En el totémico trabajo llamado “Operación Infektion” (tres vídeos imprescindibles de unos diez minutos cada uno, lamentablemente sin subtítulos en castellano, a ver si alguien se anima), el New York Times hizo «ingeniería inversa» sobre el sistema de creación y viralización de «fake news» de las redes de desinformación rusa, y demostró con dolorosos ejemplos cómo los EEUU en 2018 se encontraban en situación de «transmisión comunitaria» en este tema.

 

 

La desinformación, como cualquier virus, no te enfrenta ni te vence cara a cara, sino que se infiltra en tu organismo y logra que tus propias células se comporten como enemigos.

Y así te presentan al señor que durante su jornada laboral, como quien pone tuercas en una fábrica, se inventó lo de que el SIDA había creado en un laboratorio estadounidense («Eso fue idea mía» dice el muy cabrón).

 

Y te explican las siete reglas de la desinformación rusa.

Y para que lo entiendas bien, te las aplican en el famoso ejemplo del Pizzagate de Hillary Clinton (se dijo que estaba envuelta en un escándalo de abuso sexual infantil organizado que supuestamente tenía lugar en el sótano de una pizzería.)

Esa pizzería ni siquiera tenía sótano, pero no dejes que la verdad arruine un buen titular.

De hecho, esa trola no ha hecho sino crecer y multiplicarse, ahora bajo el nombre de Q-Anon, en una teoría conspirativa apoyada explícitamente por el partido republicano durante los últimos meses.

Pero vamos con esas divertidas y esclarecedoras reglas:

 

Uno: Encuentra las grietas

Grietas sociales, económicas, raciales, del estado que atacas. (En España, yo apuntaría la independencia catalana, los inmigrantes que nos roban el trabajo, el coronavirus que no existe, y cualquiera a quine se le eche «la culpa de todo»). Da igual, porque cualquier fractura es válida para jugar a este juego: tu guerra no es contra ese colectivo, sino contra el conjunto.

Dos: Inventa una mentira

Una mentira tan ofensiva y salvaje que, resulte inolvidable e imperdonable (para el que se la trague, habría que añadir). Vendría a ser como lo de Ricky Martin y la mermelada, pero con un contenido que sirva para echar sal en una de las heridas de antes. (Ej: el coronavirus se creó en China: vamos a por los chinos). 

Tres: Dale un barniz de verdad

Porque la parte de trola siempre entrará mejor de esa manera. 

Cuatro: Disimula tu rastro:

Putin te diría que el truco en esto es conseguir que algún medio publique la noticia.

Cinco: Utiliza a un “tonto útil”

Un “experto” que refrende bajo «su autoridad» y responsabilidad tu trola. Pueden ver ejemplos de esto en cualquier programa de Cuarto Milenio.

Sexto: Desmiente, desmiente, desmiente.

Ataca, ataca, ataca a quien cuestione o exponga tus mentiras, niega todo lo que digan. Da igual que los argumentos que utilices pueden ser mentira, al fin y al cabo estás defendiendo otra mentira más grande.

Tu baza es que la gente tiene ya menos memoria que el pez Dory, y seguramente quien haya mordido el anzuelo, ya no lo soltará.

Séptimo: apuesta al largo plazo.

Estos ataques dan fruto después de años de ataques y trolas, no de días o meses. Porque cuando has puesto en circulación suficientes mentiras, la sociedad se entumece, y cada vez es más difícil distinguir el contenido veraz del falaz.

Y es entonces cuando empiezas a acariciar el éxito: has conseguido que la gente piense que «todos son iguales», «que el sistema está podrido», «que no merece la pena que hagas nada, porque nada se solucionará»,

 

En resumen

En mi momento favorito del documental del New York Times, un espía ruso dice con una media sonrisa socarrona que “hacer la guerra en el campo de batalla es la forma más estúpida y primitiva de hacerla”.

Enlace al video en Youtube justo en el momento de las declaraciones del tipejo en cuestión. Mi traducción aquí:

“La forma más elevada de la guerra es no luchar en absoluto, sino subvertir, romper cualquier cosa de valor que tenga tu enemigo. Enfrenta a blancos y negros, enfrenta a viejos contra jóvenes. Enfrenta a ricos contra pobres: da igual. Siempre que las luchas que provoques rompan el tejido social y moral del país enemigo, te vendrá bien: cuando ese país esté desorientado, desmoralizado y desestabilizado, las crisis llegarán.»

Y la crisis o el verdadero enemigo, pillará entonces a tu país debilitado en el peor momento.

Tiempos modernos

Estas reglas funcionan y se vienen utilizando desde la guerra fría. Pero la aparición de internet y sobre todo de las redes sociales han maximizado su eficacia.

Las redes sociales permiten viralizaciones brutales, crean públicos cautivos de estas mentiras y entorpecen la labor del desmentido de las «fake news»: es mucho más fácil viralizar una trola que desmentirla, como todos sabemos.

Pero es que además, la desinformación viene muy bien al negocio de Facebook o twitter.

Nada genera más «engagement» que la última parida hiriente del político, del periodista que más odias.

La semana pasada se filtró que Facebook controla estadísticamente los comentarios «violentos» o «de incitación», y que estos comentarios aumentaron un 45% durante la semana del recuento electoral estadounidense.

Porque Facebook supervisa, y elimina contenidos, pero no hace lo suficiente para evitarlo. Hay mucha pasta y mucho poder en juego. Y por eso, las diferencias en la semana electoral USA entre Twitter y Facebook han sido muy notables.

Facebook ya ha sido acusada en múltiples ocasiones de servir de vehículo pasivo de incitación del genocidio en Myanmar, agitación social en Filipinas, el Brexit o las anteriores elecciones en EEUU.

 

El irrepetible antecedente de Al Gore

Lo más llamativo del maratón emocional de las elecciones USA de la semana pasada no ha sido lo que han tardado en contar los votos, sino la incertidumbre que ha rodeado al proceso.

Muy lejos queda la actitud de Al Gore en 2000, quien como se ha dicho muchas veces, «se lanzó sobre una granada de mano a punto de estallar». Esa granada fue una apuradísima victoria republicana en el estado de Florida que renunció a impugnar. «No estoy en absoluto de acuerdo con el resultado proclamado, pero lo acato» proclamó.

Sí, amics, como en el (potito pero improbable) final de esas pelis de Frank Capra que ya no encuentras por ninguna parte, Gore puso los intereses de su país por encima de su ambición política.

Pero volvamos a la semana pasada.

 

Quien siembre, recoge

El proceso electoral norteamericano tiene un proceso perfectamente regulado que se ha seguido, y sin embargo, la sensación era que, ganara quien ganara, el perdedor (republicano o demócrata) impugnaría el resultado, y el ganador lo decidiría un tribunal.

Ambos partidos (no sólo Trump) tenían desplegados miles de abogados en estados clave como Florida para preconstituir pruebas en caso de judicialización del resultado.

Se ha proclamado vencedor Biden, pero nada más y nada menos que el actual presidente de los Estados Unidos ha cuestionado la institución más valiosa de los EEUU, la democracia, en una rueda de prensa desde la mismísima Casa Blanca.

Uno de los momentos más poderosos fue ver cómo las cadenas nacionales cortaban la emisión de esa rueda de prensa de Trump el jueves por las barbaridades que estaba diciendo.

A día de hoy, según mis noticias, el partido republicano aún no se ha desmarcado de su enrrabietado líder.

Y esto es lo importante: las instituciones, no las personas: estamos hablando de la democracia que la desinformación rusa lleva décadas intentando erosionar. Esa democracia que la semana pasada se tambaleaba, zarandeada por un país dividido en dos mitades casi casi iguales.

 

Pongamos las barbas a remojar, amics

Lo mismo puede pasar mañana (si es que no estamos ya ahí) en España si seguimos perdiendo el tiempo y la energía envenenándonos a nosotros mismos en debates estériles promovidos interesadamente para que no estemos juntos ante la crisis más importante que ha visto el mundo desde la segunda guerra mundial.

Deberíamos prestar más atención a lo que nos une (casi todo, si te paras a pensarlo) que a lo que nos separa y tener muy presente que, como país, sólo podremos salir de esta con el apoyo y el empuje de todos.

Porque cualquier país dividido en dos es débil y está perdido cuando las cosas se ponen realmente difíciles.

¿Y cómo se soluciona esto?

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Me temo que sólo hay una manera y no va a ser fácil: te la cuenta Dave Chappelle en el anticlimático final de su monólogo para el Saturday Night Live del sábado pasado.

Chappelle es un humorista regulinchis cuando hace chistes. Pero cuidado con él: su sombra es alargada cuando no le importa no hacer gracia.

Muy buena semana.

Todos los audios de Ojo al Dato en este enlace.

 

Jorge García Herrero

Agobado y Delegado de Protección de Datos