Conversaciones con Correos

 

Les voy a contar una historia real que le pasó el otro día a otra persona.

Pero la cuento como si me hubiera pasado a mí y con mi nombre, y así aprovecho para darle un poco de gracejo.

El otro día me llamaron al teléfono móvil desde el típico número largo de centralita.

  • “Dígamelón”
  • “¿Es usted Jorge García Herrero?” – La voz era de una señorita cuyo tono Rottenmeyer inquisitorial no presagiaba nada bueno-.
  • “Usted recogió el pasado día 8 de septiembre un paquete que entregamos por error procedente de la tienda online, y se lo quedó aunque no iba dirigido usted. Tenemos su firma que así lo acredita.” –el tono era en plan “esto es peor que lo de Urdangarín”-.
  • “Perdone pero eso que usted me dice no me consta.”
  • “¿Es usted Jorge García Herrero?” -Repitió elevando el tono-
  • “Ya le dicho que sí, y ya le he dicho que no he recogido ningún paquete que no fuera dirigido a mí.”
  • “Usted tiene el DNI blablablá blablablá, y aceptó un paquete que no para usted, tenemos su firma.”  Casi un mantra.
  • “Mire señorita: yo no tengo el DNI que usted acaba de decir, y creo que se ha equivocado de persona.”
  • “Su segundo nombre de pila no es “blablablá”?”
  • “No, señorita, yo me llamo Jorge José García Herrero.” –sí amigos, mi nombre completo es de protagonista de culebrón-. Como le digo, se ha equivocado de persona. Pero permítame que le diga además dos cosillas: (i) la primera es que debería cuidar el tono al hacer este tipo de llamadas hasta que se cerciore de que está hablando con la persona correcta. Pero además (ii) como lo que usted tenga es el borratajo que suelo hacer con el dedito en la pantallita normalmente resquebrajada del móvil del repartidor, tiene usted, creo, mucha menos capacidad de intimidación de la que supone.”
  • “Está bien, disculpe usted.”
  • “Disculpa aceptada.” (bien por correos y por Rottenmeyer, la verdad es que a estas alturas no contaba con una disculpa).

Problemas

Desde el punto de vista de la normativa de protección de datos, uno aprecia un considerable problema de procedimientos. Me explico:

Uno: la plataforma informática ha permitido un señor error que va a provocar como mínimo que el empleado se ponga colorado y el cliente, verde, con la acusación injusta que acabo de relatar, pero lo que más me llama la atención es que

Dos: el cliente al que se contacta por error, se le suministran por la filosa datos personales de otra persona que no tiene y que desde luego a la otra persona no le interesa que tenga, a saber: su nombre completo -incluido el nombre de pila no culebronesco-, su número de DNI, y sobre todo su afición a aceptar paquetes ajenos.

En una ciudad pequeña como Valladolid, el universo de datos no es infinito: no es imposible en absoluto conocer al sospechoso y de hecho, tanto el protagonista real de la historia como el menda lerenda, le conocemos.

Y last but not least:

Tres: Todo el planteamiento de la llamada intimidatoria parte de la muy equivocada base de responsabilizar al cliente de un error indudablemente cometido por correos.

Esto no es accountability, esto es lo guisante.

Procedimiento recomendado:

Para el repartidor: identifica por su DNI al receptor del paquete.

Para la Sta Rottenmeyer: llama, identifícate como correos, ratifica el dato del lugar de recepción habitual de paquetes, ratifica el nombre y apellidos, ratifica el DNI. Pregunta si saben algo de un paquete entregado por error. Si es un sí a todo, salvo lo último, pregunta amablemente. Siempre hay tiempo para ir de menos a más.

 

Buena semana.

Jorge García Herrero

Abogado y Delegado de Protección de Datos