clases de consentimiento

Clases de consentimiento: ético, contractual y «datero» en OjoAlDato

Hay muchas clases de consentimiento. Esta semana se habla mucho de un documento que se entrega a las personas que recibieron la primera dosis de Astrazeneca, para que lo firmen si no quieren recibir Pfizer, (opción recomendada por las autoridades sanitarias, por un exiguo riesgo de trombo) y prefieren repetir dosis.

El enlace al audio del podcast de la Ser aquí (a partir del minuto 58:50).

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Bueno, hay tres cosas que se llaman “consentimiento informado” y no deberían, porque no tienen mucho que ver entre sí:

  • el consentimiento ético, ante un tratamiento médico,
  • el consentimiento contractual (que es el “sí quiero” cuando te casas) y
  • el consentimiento que yo llamo datero, en el que autorizas un determinado tratamiento de datos. En inglés queda mejor: “Privacy consent”, pero en castellano, una solución quiero.

Les vamos a distinguir por su finalidad y efectos.

 

clases de consentimiento

El consentimiento ético

En la ejem, inolvidable –por lo brutal- peliculaca “Bone Tomahawk” (Craig Zahler, 2015) un personaje tiene que elegir entre seguir la recomendación del médico -mantener reposo para sanar y, sobre todo, conservar su malherida pierna-, o salir corriendo detrás de los indios caníbales que han raptado a ese médico que, además, es su esposa.

Te aseguro que el ¿final? de este “Western” te sorprenderá.

El ejemplo me parece ilustrativo de que, en no pocas ocasiones, un tratamiento médico sea la mejor opción depende de muchos factores, y no sólo de la docta opinión del profesional.

Pasa también con las mejores alternativas que aconsejamos los abogados, créanme.

A lo que íbamos, que me desvío: hay un consentimiento informado que nos ponen delante cuando nos van a someter a un tratamiento médico. Nos informa de qué se va a hacer, para qué y de los temidos efectos secundarios. Acojona leerlo, sí pero es lo que hay. La medicina te mira a los ojos y te dice, “mira chaval, si sale mal te puede pasar esto. Incluso saliendo bien la cosa, estos son los riesgos”.

Esto es lo que se llama “consentimiento ético” que apela a nuestra dignidad como persona, no a nuestra capacidad para aceptar, contratar, para negociar, para renunciar a cosas.

Lo intentaré explicar mejor con tres ejemplos:

  • Este documento pretende evitar que nos pase lo que les pasaba a los prisioneros en los campos de concentración, cuya opinión y dignidad, esto… no contaba demasiado. Si después de leerlo y entenderlo decides que no quieres someterte al tratamiento, nadie te puede obligar.
  • Por explicarlo con un ejemplo más cercano que el de los nazis, la finalidad de este documento es evitar, por ejemplo, que el médico se pase de listo y tome decisiones que sólo te corresponden a ti: quizá prefieras vivir menos tiempo con un tumor que te matará en tres meses sin dolor que aguantar dos años bajo quimioterapia.
  • Este consentimiento no tiene mucho que ver con tu libertad para prestarlo: fueron inolvidables las imágenes del torero Paquirri en la enfermería de Pozoblanco, bien consciente de la gravedad de su cogida, diciéndole al médico, mientras se desangraba: “corte por donde tenga que cortar”.

Lo que me gustaría dejar claro aquí es que por mucho que leas y consientes, si luego te sacan la muela que no es, aún puedes reclamar, porque insisto, la finalidad de este consentimiento es informar al paciente: su efecto “protector” sobre el sistema sanitario es limitado.

 

¡Suerte a los dos!

El consentimiento contractual

Hay otra clase de consentimiento que es el que prestas cuando aceptas unos términos o condiciones, en este caso es un consentimiento contractual, que en teoría debería ser informado y libre. Este sí puede incluir y significar renuncias a derechos, dentro de los límites legales.

Pero las cosas no siempre son tan sencillas:

  • Bien porque no lo lees. O porque lo lees y no entiendes realmente a lo que te estás comprometiendo (esto pasa casi siempre la primera vez que te casas, p. ej.).
  • Porque se mezclan churras y merinas. Estás de acuerdo y consientes unas cosas (quieres suscribirte a un periódico para leerlo todos los días), pero no estás tan de acuerdo en que cedan tus datos sobre las lecturas que te interesan a mil empresas para que te envíen publicidad. Pero sólo puedes aceptar o consentir todo o nada (el mítico “consentimiento lentejas”).
  • Que hay cláusulas válidas y otras directamente nulas. “El papel lo soporta todo”. Es famoso el caso de un juego para ordenador que incluía entre sus condiciones generales que el comprador, al aceptar los términos y condiciones, cedía a la empresa desarrolladora su “alma inmortal”. Tampoco serían válidas las condiciones generales que obligan a la parte que no cumple sus obligaciones a entregar a su hijo primogénito o a dejar que le corten la pierna (cosas admitidas en derecho romano, por ejemplo).

 

Consentimiento “datero” o de protección de datos

Y ya luego está el consentimiento en materia de protección de datos, y su finalidad, como ya sabemos, es permitirnos el control sobre nuestros propios datos personales.

Te piden permiso para tratar determinados datos personales para determinadas finalidades, y tú lo autorizas, lo consientes o no. El alcance de este consentimiento es autorizar determinados tratamientos, pero no renunciar a derechos sobre los mismos: no caben renuncias sobre derechos fundamentales y esto es lo que es el derecho a la protección de datos personales.

#NeverForget

Un consentimiento ético a un tratamiento médico, puede tener un apartado distinto, separado, con un consentimiento en materia de protección de datos en el que autorices el uso de un vídeo o imagen en la que se te reconozca, vacunándote, a efectos por ejemplo pedagógicos o promocionales, etcétera.

Pero son cosas completamente distintas.

Aunque sobre el terreno puede ser complicado distinguir los supuestos y los efectos de cada uno (principalmente cuando las cosas no están bien hechas), el objetivo era explicar que estos tres consentimientos son cosas completamente distintas entre sí.

Y seguramente, al menos el consentimiento ético debería llamarse de otra manera.

 

Más sobre el tema

El origen del consentimiento informado me resulta especialmente interesante y le dediqué buena parte de mi TedTalk sobre “vampiros de datos”. Qué diablos, incluso he llegado a escribir una especie de cuento de ciencia ficción sobre el tema con viajes en el tiempo y todo.

Muy buena semana.

Imágenes de Hernández y Fernández (Hergé), la película «Bone Tomahawk» y «Juego de Tronos».

 

Jorge García Herrero

Abogado y Delegado de protección de datos