Cinco películas cojonudas de abogados para empezar 2025
Ayer vi «Jurado nº2» (en cines) , la -al parecer- película de despedida de Clint Eastwood.
Y oye, me apetece escribir sobre pelis buenas de abogados/juicios.
Empezando por el principio: Jurado nº2 no es una de ellas: es malísima.
Sin entrar en espóilers (i) la premisa de la peli es muy rebuscada y (ii) el inevitable plot-twist se basa en una documentación obtenida sin las debidas garantías legales, con lo que no puede prosperar. (iii) El juicio se liquida en un suspiro, y (iv) las deliberaciones del jurado, que deberían ser el núcleo de la película, son la TikTok-Tolai version de «Doce hombres sin piedad», de la que luego hablaremos.
Así que centrémonos en las fucking pelis que sí merecen la pena. Y no sólo eso: mis tesis es que el abogado protagonista de todas ellas es el mismo, sólo que en distintos momentos del arco temporal, o de su arrastrá vida pofesional.
Vamos allá:
Indice
Anatomía de una caída
En «Anatomía de una caída» (Palma de Oro en Cannes nada menos: está en Filmin y Movistar) el abogado aclara de entrada a su cliente que lo importante no es «la verdad» ni «los hechos», sino encontrar la narrativa que sea más fácil de vender al jurado.
Escuchar esto en voz alta fue perturbador para un abogado técnico como yo -de los de estudiar y escribir, por oposición a los procesalistas-. Tardé muchos, demasiados años en digerir esa verdad: que los juicios se ganan y pierden convenciendo a una serie de personas (jueces, inspectores, jurados, quien toque) de que tu narrativa es la que mejor explica los hechos. Preferible por lo que sea: que jurídicamente sea la más correcta ayuda, pero no es imprescindible.
La inteligentísima estructura de la película, que dosifica la información al espectador al mismo tiempo que al jurado revela, sin enojosos subrayados, lo que sabe cualquiera que sepa algo de la administración de justicia: que un juicio es una performance y que deducir la VERDAD con mayúsculas a partir de los «hechos declarados probados» es una entelequia. De los sesgos que atenazan a todas las partes implicadas (a un lado y otro de la sala, y de la pantalla) hablamos otro día (justo este tema sí está bien apuntado en Jurado nº2).
El caso Sambre
Me permito un hard break en este hilo de pelis de abogados para añadir la mayúscula miniserie «El caso Sambre» (Movistar) que está relacionada con las investigaciones, pero no con los abogados: lo hago porque es muy buena.
Está en la mayoría de los top 10 de series del 24 (si no está en el top ten que has leído, cambia de top ten, chaval).
Seis episodios lentos, contemplativos pero que no aburren en absoluto, describen la azarosa investigación de un violador que operó en la frontera entre Francia y Bélgica durante nada más y nada menos que 30 años. No es un documental:: los hechos están manifiestamente «serializados» con constantes cruces de personajes que no pudieron suceden en la realidad. Pero la serie vuela alto cuando presta atención a los callados y minuciosos personajes que son los que, a base de horas y horas de trabajo silencioso y poco reconocido aproximan las esposas a las muñecas del delincuente.
El profesional del dato sabrá valorar el capítulo dedicado a la incomprendida científica o el del detective especializado en «casos muertos».
Abajo John Grisham
Porque todas esas pelis basadas en libros de John Grisham son cencia-fizión, historias irreales, previsibles. En una palabra: peliculeras.
Al abogado que se enamora de su cliente o peor aún, de su «versión de la historia» le crujen. Invariablemente. Eso explica ese excepticismo, por no decir cinismo, tan nuestro.
A Charles Laughton se la meten doblada en «Testigo de Cargo», otra gran película. Pero cero realista. Un abogado tan perspicaz y toreado como él nunca habría terminado de esa manera: acepta un caso por trincar unos puritos, pero luego le camelan bien camelado y, como suele ocurrir, se le duplica el trabajo.
Y encima pro bono.
La delgada línea roja
Se puede trazar una delgada línea roja conectando tres personajes de tres obras distintas:
- Jan Schlichtmann, John Travolta, el arrogante abogado de éxito protagonista de “Acción Civil” (“A Civil Action” -1998- dirigida por Steve Zaillian), a
- John Stone (el bastante cascado letrado de The Night Of, también dirigida por Steve Zaillian) y
- Frank Galvin, el alcoholizado Paul Newman que se enfrenta a varias pelotas de partido en “Veredicto Final” (“Verdict” -1982- del maestro Sidney Lumet: en Filmin). Aunque no viene mucho al caso, Sidney Lumet dirigió también “Doce hombres sin piedad” (also Filmin). Una de las mejores películas (de juicios o no) de la historia.
Como decía, el protagonista en las tres me se parece el mismo personaje: un abogado-perro viejo.
Un abogado que sabe poco de novedades jurídicas porque qué diablos, maldita la falta que le hace: tiene experiencia. Y la experiencia es la madre de la ciencia.
Pero la experiencia aporta conocimiento y también otras cosas no tan buenas.
Y este abogado es mucho más diestro desplumando eficazmente al cliente, que prestándole un buen servicio.
Pero lo bueno es que, en cada una de estas películas, este abogado (en una edad distinta, cada vez más avanzada) se encuentra con un caso que le lleva a un sitio en el que no ha estado desde hace mucho tiempo.
Y le ofrece una posibilidad de redención.
Pero la vida (ay!) acaba recordándole que las redenciones y el “haz lo que debas” kantiano rara vez salen gratis.
La Verdad está al Final de un Pozo sin Fondo
En los tres casos, pero especialmente en The Night Of, los protagonistas se muestran muy escépticos sobre el buen funcionamiento de los tribunales. Cuestionan directamente que los tribunales de justicia sirvan para lo que deberían servir.
En particular, cuestionan su capacidad para conseguir que se haga … justicia.
Vean por ejemplo, aquí cómo Facher, el personaje más inolvidable de “Acción Civil” le enseña dos o tres cosas de la vida a Schlichtmann (John Travolta).
Facher es interpretado por Robert Duvall, que para eso había sido consiglieri del Padrino, antes que fraile.
Disculpen ese insoportable subrayado musical de los últimos segundos: Robert Duvall quería su Oscar, y está visto que detalles como esos, lamentablemente, ayudan.
The Night Of
Llegamos a “The Night Of” (HBO o MAX). La serie se toma el tiempo necesario para describir -con humor e ironía- las relaciones entre los habituales de una comisaría de guardia en Nueva York.
Delincuentes, policías, abogados del turno de oficio, detectives y fiscales, hartos los unos de los otros, arrastran sus pellejos por la vida, con más ganas de irse a casa que de otra cosa.
John Turturro (John Stone) se reserva el papel bombón de la serie, que por lo visto hubiera interpretado su buen amigo James Gandolfini (Tony Soprano) si hubiera vivido lo suficiente.
Vean ahora cómo Stone (John Turturro) se ve obligado a ilustrar en el mismo sentido a su cliente: lo importante, chaval, es eludir la trena, no que triunfe «la verdad».
«The night of» está dirigida y escrita por Steve Zaillian. Quizá le recuerden de otras cosas como La lista de Schindler (guión), Ripley (dirección) o El Irlandés (guión): es un grande.
El Oficio de Abogado… ¿es el más viejo del mundo?
Todos los abogados nos encontramos cada cierto tiempo con preguntitas de cuñao del tipo “¿De verdad te sientes confortable ganándote la vida como abogado?”
Eso con suerte.
En realidad, como se muestra en The Night Of, el inevitable endurecimiento profesional que hace que con el tiempo a uno le importe (casi) todo un bledo, no es ni mucho menos privativo de los abogados… como bien habrás experimentado tú en tus propias carnes, sufrido lector.
¿… O es el mejor?
Desde mi punto de vista, que el oficio de abogado (en realidad, cualquier oficio) sea apasionante, ilusionante y hasta embriagador depende totalmente de uno mismo.
El de abogado, como yo lo veo, lo es porque te permite, cada día, cada hora, ayudar a la gente.
Quizá no siempre en la manera que esperan.
Casi nunca consiguiendo esa “justicia total” subrayada por una orquesta atronadora en las películas basadas en libros de John Grisham.
Normalmente ayudando a evitar los problemas antes de que se produzcan, a minimizar los efectos desde el primer minuto y ya luego (unpopular opinion) si se puede, convenciendo para aceptar un mal acuerdo en vez de arrojarse a las movedizas aguas de un pleito.
Enter Paul Newman: ad astra per aspera
Pero Paul Newman tiene su propia opinión sobre los acuerdos económicos que evitan juicios penales (algo que viene muy bien cuando haces las cosas que hizo Michael Jackson y que, a Dios gracias, en España sólo es posible en supuestos muy limitados).
Paul Newman empieza la película dando tarjetas en hospitales y funerarias: el último eslabón de la cadena trófica legal. Y termina en la misma encrucijada que veíamos antes con John Travolta y Robert Duvall.
El director de «Veredicto final» es Sidney Lumet, el mismo que firmó «Doce hombres sin piedad» (12 angry men): no por casualidad son dos de las mejores películas de juicios de la historia.
Conclusión
Paso palabra a Tom Hanks (“Philadelphia” (1993) de Johnathan Demme). Tom lo explica mejor que yo.
(Y otra vez, ignoren la jodida musiquilla. Un mensaje contundente debería apuntar al corazón y al cerebro, no al lacrimal.)
Y así es.
Por eso cuando el buen abogado, no muy a menudo pero alguna vez, siente cerca la posibilidad, la responsabilidad de “hacer justicia”, la persigue a cualquier coste.
Y créanme, ese coste a veces es muy alto.
En “The Night Of” esa posibilidad, esa responsabilidad (y ese coste) están genialmente representados en la metáfora de un gatito. Que es relevante hasta, literalmente, la última décima de segundo de la serie.