The Night Of

“The Night Of” El Abogado: ese Personaje.

 

Acabo de engullir la miniserie “The night of” de HBO.

Es lo mejor que llevo visto en 2016, que -salvo alguna cosa que otra– venía bastante flojito.

No mencionaré detalles de la trama, ni espoilers; sólo les recomiendo encarecidamente que la vean.

Cualquier Parecido con la Realidad es Pura Coincidencia

No me gustan en general las series ni las películas de abogados.  Ni las americanas ni las españolas.

No se parecen en nada a lo que yo veo en mi día a día, en un despacho grande, ni a lo que veo o me cuentan otros compañeros en despachos no tan grandes.

Las basadas en libros de John Grisham son las que menos me gustan: encima de irreales, son lo peor que se puede ser: previsibles, “peliculeras”.

Pero siempre hay honrosas excepciones.

The Night Of

Nada de esto sucede en “The Night Of”. La serie se toma el tiempo necesario para describir -con humor e ironía- las relaciones entre los habituales de una comisaría de guardia en Nueva York.

Delincuentes, policías, abogados del turno de oficio, detectives y fiscales, hartos los unos de los otros, arrastran sus pellejos por la vida, con más ganas de irse a casa que de otra cosa.

John Turturro (John Stone) se reserva el papel bombón de la serie, que por lo visto hubiera interpretado su buen amigo James Gandolfini (Tony Soprano) si hubiera vivido lo suficiente.

The Night Of

The kiss of death

La Delgada Línea Roja

Se puede trazar una delgada línea roja conectando tres personajes de tres obras distintas:

  • Jan Schlichtmann, John Travolta, el arrogante abogado de éxito protagonista de “Acción Civil” (“A Civil Action” -1998- dirigida por Steve Zaillian), a
  • John Stone (el bastante cascado letrado de The Night Of, también dirigida por Steve Zaillian) y
  • Frank Galvin, el alcoholizado Paul Newman que se enfrenta a varias pelotas de partido en “Veredicto Final” (“Verdict” -1982- del maestro Sidney Lumet). Aunque no viene mucho al caso, Sidney Lumet dirigió también “Doce hombres sin piedad”. Una de las mejores películas (de juicios o no) de la historia.

El protagonista en las tres es, me parece a mí, el mismo personaje: un abogado-perro viejo.

Un abogado que sabe poco de novedades jurídicas porque qué diablos, maldita la falta que le hace: tiene experiencia. Y la experiencia es la madre de la ciencia.

Pero la experiencia aporta conocimiento y también otras cosas no tan buenas.

Y este abogado tiene mucha mucha experiencia:  lo que le importa es desplumar eficazmente al cliente, más que prestarle un buen servicio.

Y este abogado (que en cada una de las películas mencionadas atraviesa una edad distinta, cada vez más avanzada) se encuentra con un caso que le lleva a un sitio en el que no ha estado desde hace mucho tiempo.

Y le ofrece una posibilidad de redención.

Pero la vida (ay!) acaba recordándole que las redenciones y el “haz lo que debas” kantiano rara vez salen gratis.

La Verdad está al Final de un Pozo sin Fondo

En los tres casos, pero especialmente en The Night Of, los protagonistas (profesionales de distintas instancias del sistema judicial) se muestran muy escépticos sobre el buen funcionamiento de los tribunales. Cuestionan directamente que los tribunales de justicia sirvan para lo que deberían servir.

En particular, cuestionan su capacidad para conseguir que se haga … justicia.

Vean por ejemplo, aquí cómo Facher, el personaje más inolvidable de “Acción Civil” le enseña un par de cosas de la vida a Schlichtmann (John Travolta).

Facher es interpretado por Robert Duvall, que para eso ha sido consiglieri antes que fraile.

Disculpen ese insoportable subrayado musical de los últimos segundos: Robert Duvall quería su oscar, y está visto que detalles como esos, lamentablemente, ayudan.

 

Vean ahora cómo Stone (John Turturro) se ve obligado a ilustrar en el mismo sentido a su cliente: lo importante, chaval, es eludir la trena, no que triunfe «la verdad». Ya estás olvidándote de todas esas películas…

Déjenme reservar a Paul Newman para más adelante. Paul siempre, SIEMPRE garantiza un buen final.

El Oficio de Abogado… ¿es el más viejo del mundo?

Todos los abogados nos encontramos cada cierto tiempo con preguntitas del tipo “¿De verdad te sientes confortable ganándote la vida como abogado?”

Eso con suerte.

También puede ser el chiste de cuñao de los mil abogados en el fondo del mar, o lo de

“Oye ¿tú defenderías a Hitler?”

Entiérralos con tu sonrisa, como dice Harvey Specter.

En realidad, como se muestra en The Night Of, ese proceso de endurecimiento profesional que hace que con el tiempo a uno le importe (casi) todo un bledo, no es ni mucho menos privativo de los abogados… como bien habrás experimentado tú en tus propias carnes, sufrido lector.

Por mi parte, nunca he visto nada perturbador en la idea de argumentar un día una cosa y otro la contraria, si con ello defiendo adecuadamente las necesidades e intereses de distintos clientes.

¿… O es el mejor?

Desde mi punto de vista, que el oficio de abogado (en realidad, cualquier oficio) sea apasionante, ilusionante y hasta embriagador depende totalmente de uno mismo.

El de abogado, como yo lo veo, lo es porque te permite, cada día, cada hora, ayudar a la gente.

Quizá no siempre en la manera que esperan.

Casi nunca consiguiendo esa “justicia total” subrayada por una orquesta atronadora en las películas basadas en libros de John Grisham.

Normalmente es convenciendo a alguien para aceptar un mal acuerdo en vez de arrojarse a las aguas movedizas de un pleito.

Curiosamente, este consejo es el mejor que se puede dar en materia civil o mercantil (en el que principalmente se habla de dinero).

Pero Paul Newman tiene su propia opinión sobre los acuerdos económicos que evitan juicios penales (algo que viene muy bien cuando haces las cosas que hizo Michael Jackson y que, a Dios gracias, en España sólo es posible en supuestos muy limitados).

Es casi la misma situación que veíamos antes con John Travolta y Robert Duvall.

Conclusión

Paso palabra a Tom Hanks (“Philadelphia” (1993) de Johnathan Demme). Tom lo explica mejor que yo. 

 

(Y otra vez, ignoren la jodida musiquilla. Un mensaje contundente debería apuntar al corazón y al cerebro, no al lacrimal.)

Y así es.

Por eso cuando el buen abogado, no muy a menudo pero alguna vez, siente cerca la posibilidad, la responsabilidad de “hacer justicia”, la persigue a cualquier coste.

Y créanme, ese coste a veces es muy alto.

En “The Night Of” esa posibilidad, esa responsabilidad (y ese coste) están genialmente representados en la metáfora de un gatito.

Ya me contarán.

Lee otros posts participantes en el #Retoblog, aquí. Son todos mucho mejores que éste.

Jorge García. Abogado.